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“El PRI sinaloense: un edificio en ruinas con vocero pagado”

Por: Un Amigo…

En Sinaloa, el Partido Revolucionario Institucional no está en crisis. Está en colapso. Lo que queda del PRI cabe en una sala de conferencias, en una rueda de prensa de media hora con sillas vacías, propuestas recicladas y declaraciones que no cimbran ni al comité de vecinos. Su actual dirigencia, encabezada por César Emiliano Gerardo Lugo, representa no sólo la decadencia de una marca política, sino la renuncia absoluta a cualquier intento serio de reconstrucción.

En el teatro de la política sinaloense, el PRI ya no actúa: finge estar vivo. Y en esa puesta en escena que raya en la tragicomedia, su dirigente César Emiliano Gerardo Lugo se ha convertido en el último encargado de mover el cadáver. Ni renovación, ni discurso, ni estructura: el priismo sinaloense se sostiene por inercias mediáticas y acuerdos de supervivencia que no representan ni el 1% de su antigua maquinaria.

Lo que se presenta como estrategia de posicionamiento —esas ruedas de prensa donde se enuncian frases prefabricadas, los boletines sin trascendencia, las notas pagadas que ningún lector toma en serio— es en realidad un síntoma del colapso. El PRI ya no compite, ni siquiera estorba. Su única funcionalidad es la de simular que aún existe para no perder los últimos retazos de financiamiento público, acceso institucional y candidaturas decorativas.

La figura de César Emiliano no es la causa del derrumbe, pero sí es su rostro más simbólico. Llegó sin liderazgo, sin proyecto, sin estructura. Y hoy opera sin partido. Las dirigencias municipales están desaparecidas o capturadas por intereses locales que lo desprecian pero lo toleran. Los sectores tradicionales —CNC, CTM, CNOP— han sido desactivados o absorbidos por Morena. No hay vida territorial. No hay formación política. No hay narrativa.

La apuesta —si puede llamarse así— es mediática: generar contenido para medios alineados mediante transferencias menores, con el objetivo de sostener la ficción de actividad. 500 pesos por nota publicada es la tarifa del autoengaño. La política convertida en volanteo digital. Porque ni siquiera se trata de propaganda: es ruido sin impacto, declaraciones que nadie replica, posturas que nadie discute. Un PRI que grita en la oscuridad esperando que alguien le conteste.

Pero lo más grave no es el vacío orgánico, sino el abandono ideológico. El PRI no solo ha dejado de representar a la base social que alguna vez lo sostuvo; ha traicionado su razón de ser. En su desesperación por conservar cuotas y posiciones, se ha subordinado a los intereses de Morena, se ha plegado a los designios del poder estatal, y ha permitido que su marca sea utilizada como moneda de cambio para aspiraciones personales de quienes ya no militan en él, pero lo siguen utilizando como trampolín o disfraz.

¿De qué sirve un partido que no tiene autonomía ni voz crítica? ¿Qué aporta un dirigente que solo se limita a repetir lo que otros quieren oír, con la esperanza de que eso le garantice permanencia? Lo cierto es que el PRI sinaloense está más cerca de la extinción que de la renovación. No por falta de cuadros o historia, sino porque quienes hoy lo encabezan se han resignado a administrarlo como una franquicia quebrada.

La migración masiva de priistas hacia el Verde y Morena no es un fenómeno ideológico, sino una renuncia pragmática: si la dirigencia no representa nada, entonces tampoco hay nada que conservar. La pregunta hoy no es si el PRI puede recuperar su lugar; la verdadera cuestión es si vale la pena salvarlo bajo las condiciones actuales. Porque continuar fingiendo que todo está bien es tan dañino como ser cómplice de su descomposición.

César Emiliano no tiene el respaldo, la autoridad ni la legitimidad para encabezar un proceso de reconstrucción. Si le queda algo de honestidad, debería irse. No como acto de rendición, sino como el único gesto de responsabilidad que le queda. Tal vez así —desde el silencio, desde la renuncia— el PRI pueda iniciar un duelo real y preguntarse si todavía hay algo que revivir. Porque si no hay voluntad de refundación, lo único que queda es cerrar la puerta. Y alguien tendrá que hacerlo.

La supuesta alianza con “poderes fácticos”, construida a lo largo de décadas como escudo de control territorial, ya no genera confianza, sino sospecha. La migración de cuadros hacia otras siglas no solo ha sido vergonzosa, sino que ha dejado claro que el PRI ya no tiene columna vertebral. La lealtad se ha reemplazado por la sobrevivencia, y la identidad, por el oportunismo.

César Emiliano llegó al cargo con la responsabilidad histórica de iniciar un proceso de rescate. Pero la evidencia indica que el cargo le quedó no solo grande, sino lejano. No hay gestión, no hay partido, no hay comunidad política. Hay, en cambio, protagonismo sin sustancia, marketing de bajo presupuesto y un largo silencio en las bases. No basta con salir en medios si no se puede convocar ni a los propios.

Con miras a 2027, el PRI está más cerca de convertirse en una anécdota electoral que en una opción de poder. Y si no se produce una transformación profunda, no solo de siglas, sino de fondo —una refundación real— su desaparición será inevitable.

Tal vez César Emiliano no sea el único responsable, pero si sigue al frente, bien podría ser el último en apagar la luz. Por decoro y por un mínimo respeto a lo que alguna vez fue su partido, lo más digno sería que se hiciera a un lado. No por presión externa, sino por la simple constatación de que el PRI de Sinaloa, hoy por hoy, no tiene quien lo dirija ni quien lo defienda.

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