
En Ahome, el discurso oficial sobre responsabilidad ciudadana choca de frente con los hechos que salen desde el mismo palacio municipal. El alcalde interino Antonio Menéndez ha sido claro y enérgico en sus llamados a la ciudadanía para que pague puntualmente el impuesto predial. Ha promovido campañas, lanzado programas con nombres amigables como “¡Descuentos Bien Padres!” y posado para la foto institucional con el mensaje de “cumplir es de buenos ciudadanos”.
La incongruencia es tan evidente que no necesita mayor esfuerzo explicativo. Menéndez no sólo dirige una administración municipal que sanciona a quienes no cumplen con el predial, sino que ha sido omiso en algo tan elemental como pagar el suyo. ¿Cinismo, privilegio o simple descuido? Sea cual sea la excusa, el resultado es el mismo: se rompe el principio de autoridad moral.
El caso no es menor. El predial es uno de los principales ingresos propios del municipio. Es el dinero que sostiene alumbrado, bacheo, recolección de basura y servicios esenciales. Exigirlo a los ciudadanos mientras el propio alcalde lo evade deja al descubierto no sólo una falta personal, sino una falla institucional. Una administración pública que predica la legalidad, pero no la practica desde sus propias filas, pierde legitimidad.
Pero resulta que ese buen ciudadano que ocupa la presidencia municipal no ha pagado su predial en todo 2024… ni lo que va del 2025. El dato es escandaloso por sí mismo. No se trata de una omisión menor ni de un olvido administrativo. Son dos ejercicios fiscales los que el alcalde debe, mientras exige con mano firme que el resto de los contribuyentes cumplan.
¿Será que el programa de descuentos se diseñó justo a tiempo para que él pudiera “regularizarse”? ¿O confía en que desde alguna oficina de Tesorería, con un par de teclazos, su adeudo desaparezca sin mayor trámite? En cualquier escenario, el mensaje es el mismo: la ley no se aplica igual para todos.
La administración pública no solo se mide por la eficacia en los servicios o la eficiencia del gasto. Se mide también, y sobre todo, por la congruencia de quien la encabeza. Un alcalde que no paga lo que exige deja claro que en su gobierno se manda con ejemplo… pero del peor.
Que Menéndez no haya cubierto un impuesto básico como el predial no es un asunto privado. Es un hecho político. Exhibe el tipo de relación que esta administración tiene con las reglas: útiles para disciplinar a los otros, prescindibles cuando estorban a los de casa.
A estas alturas, el alcalde aún puede ir a Tesorería, acogerse al programa de descuentos, pagar como cualquier ciudadano y reconocer su falta. Pero si prefiere seguir predicando sin cumplir, que no se extrañe si la autoridad moral de su gobierno se diluye como su compromiso fiscal: en silencio, con cinismo y sin consecuencias.